jueves, 9 de octubre de 2014

Oscuridad

Imaginemos que frente a nosotros hay un espejo que sólo puede reflejar la oscuridad. Que su único propósito es oscurecerlo todo.
Imaginemos que a medida que avanzamos, la oscuridad avanza con nosotros; que todo lo que era claro, oscurece. Y todo lo que brillaba, se opaca.
Entonces comenzamos a movernos más rápido para dejar atrás al gran espejo, pero lo único que logramos es que se acelere el dominio de lo oscuro. 
Para lograr un mejor engaño nos movemos hacia todos lados, hacia muchas direcciones; pero con esto logramos una mayor oscuridad. 
Todo parece perdido. Pero todavía hay caminos con tramos de claridad.
Razonemos.
A cada dirección que nos dirigimos, el espejo se encargó de oscurecer. A pesar de haber cambiado de velocidad y de sentidos. Entonces, si nos aventuramos a movernos hacia los caminos que aún conservan claridad, sólo lograremos oscurecerlos. 
Lo que me animo a proponer, y a sentenciar; es que sigamos buscando en nuestra oscuridad. Que dejemos que otros avancen por los caminos de claridad. Lo nuestro parece estar sentenciado: aunque seamos muy hábiles y rápidos, y aún moviéndonos inteligentemente, la oscuridad nos elige, nos acompaña, nos sigue y nos arrastra. 
Pero recordemos que el espejo está reflejando lo oscuro. Lo fácil seria culparlo. Lo valiente es poner la mirada hacia nuestro interior.

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